Escribo sobre un papel que se encuentra abrumado en un charco de sangre exacerbado por el instante. Mi sangre. La herida se ha vuelto a abrir, de nuevo, se abre compulsivamente sobre la nitidez de mi piel nívea, de mi cuerpo desmoronado ante la catarsis del tiempo. Rendido bajo la existencia en sí misma.
La unidad básica de este cyborg mide el pulso del humano. Con el pulso acelerado, mis manos oscilan con la brisa, el cosmos...